18 DE JULIO: QUIERO TU REGALO.

Mateo 11, 20-23 “¡Ay de ti!”

¡Qué grandes palabras dice Jesús a su pueblo! Y ese pueblo somos nosotros. Teniéndolo todo elegimos la nada. Si, porque tener a Dios en nuestra vida, es tenerlo todo.

Pobres de nosotros que creemos en Dios pero no confiamos en su Palabra, no tenemos fe, dudamos siempre; tan solo hay que ver a sus discípulos que más creía el demonio que Jesús era el Hijo de Dios, que ellos mismos.

En su vida humana, Jesucristo nos vino a traer el amor. Con cada acto que realizaba, cuando sanaba a los enfermos, o curaba a los leprosos, o revivía a los muertos por compasión y misericordia, Él nos estaba demostrando un amor sin igual, una manera de decirnos lo mucho que somos para Él, porque hoy día sigue curando nuestros males del alma y del cuerpo, sigue entregándose por nosotros, sigue siendo ese ejemplo de amor que tanto necesitamos en nuestra vida cotidiana.

El ejemplo de Jesucristo en la cruz nos regala una comprensión de la humanidad pecadora y aboga por cada uno de nosotros cuando pide al Padre que nos perdone, por no saber lo que hacemos. Tenemos un gran regalo que tal vez aún nos falta por descubrir.

Pero ¿Qué tanto queremos abrir ese regalo, que es Dios? ¿Qué tan dispuestos estamos a seguir sus enseñanzas, su palabra, a ser cómplices de su amor? ¿Acaso ir a misa cada domingo es suficiente?

Las decisiones que tomamos en nuestra vida, van marcando nuestro futuro, cerca o lejos del Reino de Dios. Para los que creemos en Él nos es dada la gracia de la fe, pero si esa fe es débil, podemos pedirle que nos ayude y la fortalezca para que sea ciega y en verdad podamos creer en Dios. Y seamos verdaderos portavoces de Su Palabra de vida eterna.

Propósito de hoy: Que tu palabra sea mi fortaleza.