4 DE JULIO: CONFÍO EN TI.

Mateo 8, 23-27 “ Señor, ¡Sálvanos”

¿Te has encontrado alguna vez en una situación difícil donde empiezas a orar pidiéndole a Dios que te ayude, que te salve, que se apiade de ti? En una ocasión caminaba en una carrera a beneficio de alguna causa buena, en las playas del Océano Pacífico y de repente entre muchas personas, se acercó un hombre y empezó a querer tocarme; recuerdo que se me fue la voz, yo hablaba en voz alta pidiendo ayuda pero nadie me escuchaba y empecé a caminar más de prisa en espera que este hombre quedara atrás. Fue el gran susto de mi vida, yo era una adolescente que solo quise olvidarme de ese incidente y no se o conté a nadie más que a Dios quién era testigo de lo que sucedía.

Muchas veces pedimos ayuda al Señor y dudamos, no creemos que Él pueda hacer algo por nosotros porque no lo vemos con los ojos, y es que a Dios lo vemos con el corazón, con la fe, en la respuesta a nuestras suplicas.

Una de las primeras cosas que se requieren para que Dios se acerque a nosotros y responda, es la fe. Sin fe, jamás vamos a tener confianza y jamás vamos a creer que Dios, allá a lo lejos nos escucha. En cambio, al abrir nuestro corazón a Dios es cuando suplicamos con fe, dejamos que pasen las cosas que tienen que pasar y sabemos, confiamos, y estamos seguros, de que vamos a recibir el mejor consuelo del mundo, la mejor respuesta, el resultado más adecuado en ese momento, para nuestra vida.

Siempre es bueno analizar cómo vamos con esa fe del corazón, y de que manera nos damos cuenta que Dios actúa en cada uno de nosotros. Poder ser testigos de ese amor que se entrega por nosotros cuando lo necesitamos es una gracia que podemos crecer cuando le decimos a Dios que aumente nuestra fe.

Propósito de hoy: Sentirme seguro de que creo en Dios y de que tengo fe.