2 DE JULIO: SANANDO EL PESO DE MI CRUZ A TU LADO.

Mateo 10, 37-42 “El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mi.”

Cuando aceptamos los retos de la vida, donde Dios es el motor principal de nuestro existir, vamos cargando esa cruz; y al hacerlo abrimos el corazón a la bondad y la misericordia de Dios Padre.

Esto no significa que debemos vivir en sufrimiento constante, no, pero sí que debemos vivir siguiendo la Palabra de Dios, siguiendo su camino de renovación del corazón y alimentándonos con la fuerza de la fe, con la esperanza de sanación que trajo Jesús con su crucifixión. Al hacerlo, podemos encontrar paz en el corazón y darnos cuenta que, la cruz, cuando la llevan cargando dos, pesa menos, duele menos y es más fácil de llevar; así es cuando dejamos que Jesús nos ayude.

Seguir a Jesús es alegría, es un sentimiento de plenitud, nos llenamos de bondad, queremos que las cosas salgan bien y sentimos el llamado a querer que los demás estén bien y ayudarlos, como Él nos ayuda a nosotros cada vez que pedimos su perdón. Seguir a Jesús es difícil, muy difícil porque siempre queremos hacer nuestra voluntad, y creemos que es lo que conocemos, lo que palpamos, lo que vemos. Sin embargo; Jesús nos conoce mejor que nosotros mismos y sabe lo que nos hace falta y cómo llenarnos de su amor para poder ofrecerlo a los demás. Él nos lleva por el camino justo y verdadero, al punto en que nos invita a querer imitarlo y a verlo en los demás, a crecer en la fe y a aprender a seguirlo cada nuevo día.

Podemos tomar la cruz que nos ha tocado cargar y pedirle que nos ayude a liberar su peso, a sanar, a que el dolor se convierta en esperanza, para conocerlo en la cruz.

Propósito de hoy: Reconocer mis faltas, esas que llevo en la cruz y aprender de Jesús a sanarlas.