13 DE JUNIO: NO QUIERO CAMINAR A CIEGAS.

Mateo 5, 13-16 “Ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo”

¡Qué maravilla nos dice el Evangelio este día! Y ¿Qué es eso de ser la sal de la tierra? ¡Eres quién le pone el sabor a tu vida! Y muchas veces a la de los demás. ¿Te has dado cuenta?

Tu alegría se contagia, tu buen humor te identifica y tus buenas obras son parte de tu esencia, de lo que eres, de lo que representas como testimonio de amor. Que no se nos olvide que vamos a ser recordados por las obras de amor y caridad y bondad con que llevamos nuestra vida; claro que también por las obras de abusos e injusticias, de violencia, rencor y odio con que también vivimos la vida. ¿Cuál manera te gustaría que fuera tu huella?

Nos recuerda que también somos ¡la luz del mundo! Somos guía en la obscuridad para nuestros hijos o nuestros padres cuando son mayores, o para ese amigo desolado que no encuentra la paz. Igualmente tenemos esa dignidad, ser la luz para los demás así como Jesús fue la luz para aquellos que lo seguían, para los que sanó y ayudó en el camino; para los que encontramos en Él un mensaje de conversión y transformación, un mensaje de amor y palabra de vida eterna.

Vivir una vida sin sabor puede llevarnos a la soledad que lastima y que nos aleja de Dios porque no lo podemos reconocer en la obscuridad. Una vida sin luz es caminar a ciegas, topándolos una y otra vez contra lo que no nos hace bien, con aquello que solo nos induce a caminos del mal, donde perdemos hasta la identidad. Seamos la sal de la tierra y la luz del mundo para nosotros mismos como un reflejo de virtud, de verdad y rectitud moral, procurando ser testimonio de que podemos salir adelante cuando nos unimos a un camino de amor en Cristo Jesús.

Propósito de hoy: Reconocernos como imagen del amor de Dios.