1 DE MAYO: ESTOY AQUÍ PARA TÍ.

Juan 10, 11-18 “El Buen Pastor da la vida por sus ovejas” 

Has conocido a alguien que da la vida por un ser querido. Alguien que ha donado un pulmón o un riñón, o una madre que decide que su hijo nazca arriesgando su vida durante el parto. En el camino que recorremos estamos con personas extraordinarias capaces de morir por aquellos a quién aman por amor. Tal vez no lo hayas pensado antes, pero tu Madre expuso su vida para que tu vinieras al mundo y dejaras una huella importante donde quiera que estés. Así Jesucristo, Él por la gracia de su padre en el cielo, vino a nosotros para morir por amor. 

Tu eres un buen pastor cuando te preocupas porque tus padres se encuentren bien y si no están bien, extiendes una mano y dejas tu egoísmo fuera del alcance para ayudarles a ellos; tú que trabajas tanto para que tus hijos puedan tener un lugar seguro dónde vivir; tú que como un buen amigo te preocupas por tus seres queridos y los ayudas; les das pan, los cobijas, estás ahí para consolarlos, y sobre todo les ofreces un lugar para estar en paz y compartir lo bueno y lo no tan bueno juntos. 

Quién da la vida por el otro no se refiere exclusivamente a morir por el otro, sino a no dejarlo solo, a no abandonarlo, a ser su compañía en cada paso que da y que tú puedas hacer una diferencia en su camino siendo siempre testimonio del amor de Dios, de la verdad en la palabra de Dios, de la luz que puede guiar el camino de quién se siente en la obscuridad, perdido, en desolación. 

Ser un buen pastor ahí donde estás implica compromiso contigo mismo a llevar a Jesucristo a la vida de los demás, querer vivir en la verdad y dejar las diferencias entre unos y otros. Estar ahí para servir cuando haya una necesidad física, material y primordialmente necesidad de amor. 

Propósito de hoy: Reconocerme como el buen pastor ante las personas que están junto a mí.