20 DE ABRIL: CREO EN EL HIJO DE DIOS.

Juan 3, 31-36 “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” 

Creer en el Hijo de Dios, es creer en la esperanza de la vida eterna, es saberse amados sin importar si somos buenos o malos, si hacemos el bien o el mal; porque Dios siempre nos está dando la oportunidad de arrepentirnos, de recapacitar en las faltas que cometimos y de saber, con humildad pedir perdón. Es con nuestro deseo de paz y arrepentimiento de haber obrado en contra de la verdad de Dios, como entramos poco a poco en el reino de los cielos. 

Y ese reino de los cielos empieza en la tierra; comienza cada mañana cuando nos levantamos y procuramos hacer el bien ahí donde estamos. Se da en la manera en que nos ofrecemos al servicio de los demás con la garantía de que en este servir vamos dejando un testimonio de que creemos en el hijo de Dios, en que sabemos, que, por nuestra actitud muchas personas pueden encontrar a Dios, o no. Ese es el reto que tenemos cada mañana, de querer ser imitadores de la gracia de Dios, de querer ser testimonio de perdón y sabiduría para aceptar las cosas qué tal vez no podemos cambiar, pero que si podemos mejorar en nuestro caminar por la vida. 

El que cree en el Hijo de Dios, se esfuerza por conocer la verdad, por ser justo, por comprometer su forma de ser ante la bondad y la caridad. Es alguien que quiere crecer en la sabiduría de Dios, en la misericordia y la compasión y que además practica las virtudes que aprendemos a través de los sacramentos y la oración. 

Creer en el Hijo de Dios es querer ser como Él, es tener la esperanza de la resurrección del nuevo yo, para dejar atrás: al yo que tiene vicios y envidias, al que odia y busca la venganza, al que con sus acciones deja de ser testimonio de amor; y convertirse en aseveración del amor y la paz de Dios a través del perdón. 

pósito de hoy: Recibir a mi nuevo yo con amor, para dejar atrás al yo que me hace daño.