12 DE ABRIL: QUIERO QUE ARDA MI CORAZÓN.

Lucas 24, 13-35 “Con razón nuestro corazón ardía” 

Una vez resucitado, Jesucristo quiso pasar desapercibido y se unió a un grupo de personas que caminaban hacia Emaús desde Jerusalén, aunque en su corazón Él esperaba ardientemente ser reconocido.  

Este camino es una oportunidad para meditar ante la resurrección de Jesús y lo que significa volver a nacer para cada uno de nosotros. Meditar al entendimiento del misterio pascual: de la vida, muerte y resurrección del Hijo de Dios, y volver a nacer, ante el más grande regalo que existe en nuestro corazón: el amor de Dios. Es un largo camino que nos invita a tener fe, a pedirle a Jesús su gracia para entender que el sufrimiento que vivió lo llevamos también nosotros y que es en ese último suspiro que nos recuerda lo mucho que nos ama. 

El camino de Emaús es nuestro caminar diario, es reconocer en el otro la presencia de Jesucristo; es un camino que cuesta trabajo, que no es directo, que tiene muchas subidas y bajadas, lleno de piedras resbalosas que nos hacen caer y que es, en la fuerza que tenemos del encuentro con Jesús, lo que nos anima a ponernos de pie y a seguir caminando.  

Reconocer a Jesús en el camino, nos ayuda a vivir con claridad lo que aprendemos a través de los mandamientos y de su palabra de vida eterna. Es cuando dedicamos nuestras actividades hacia la construcción de un mejor camino, donde existan campos verdes y laderas florecidas de virtudes que nos permitan saborear la vida con alegría. Es ayudar a mis amigos, atender a los mayores, darle la mano al que va junto a mi porque al voltear a verlo alcanzo a ver a Jesús vivo. Que nuestro corazón también arda cuando pensamos en Jesús, cuando nos llenamos el corazón de misericordia y bondad, cuando al desear lo mejor para los demás nos demos cuenta de que es así como Jesús quiere que vivamos, reconociéndolo a Él en las obras de amor que hacemos constantemente. 

Propósito de hoy: ¡Vamos caminando hacia un encuentro de amor con Jesucristo!