30 DE MARZO: QUIERO RECONOCERTE.

Juan 8, 51-59 “Me vio y se alegró por ello.”  

¿Cuál es tu reacción cuando piensas en Dios? Y ¿cuándo piensas en Jesús? ¿Es la misma? Igual cuando piensas en el Espíritu Santo, ¿la imagen es igual para los tres? Porque sabemos que los tres es uno solo y le llamamos la Santísima Trinidad. Y de los tres recibimos y aprendemos sobre el amor. 

Es cierto que pensar en la Santísima Trinidad, aunque sea el mismo Dios, lo pensamos diferente. Por lo menos en mi caso; cuando pienso en Dios Padre, pienso en la protección que tengo porque soy su hija y reconozco su amor en mí. Cuando pienso en el Espíritu Santo, me siento motivada a ser una mejor persona, me inspira mucho saber que esa vocecita en mi cabeza me va guiando paso a paso en lo que debo hacer y decir y en lo que no. Y cuando pienso en Jesús veo más amor que otra cosa.  

Identifico a Jesús como a un ser humano que dio su vida por nosotros, que vivió para morir en la cruz y que vino a enseñarnos que el perdón es lo más importante para alcanzar la felicidad. Veo en Jesús al amigo fiel que me escucha y a quién le permito llenar mi corazón con su bondad, su humildad, su valor y su fortaleza, entre muchos sentimientos más que guarda esta cajita de tesoros que es mi corazón. 

Son tres, pero es uno. Y ese uno, nos lleva a reconocer en los demás a su propia persona, su verdad, su misericordia. Tal vez suena extraño, pero ¿te has hecho tu esta pregunta? ¿Quién es para ti, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo? ¿Qué dejan en tu vida, que aprendes de ellos?  

Vamos reconociendo el amor de Dios en nuestro corazón, vamos ablandando esa coraza que hemos puesto para que nadie nos lastime y al igual que Jesús, vamos aprendiendo a perdonar, porque es en el perdón que más testificamos la presencia de la Santísima Trinidad en nuestra vida. 

Propósito de hoy: Buscar a ese amigo que te hace sentir alegre y feliz y decirle que lo has extrañado.