22 DE MARZO: TE OFREZCO MI HUMILDAD.

Juan 5, 17-30 “Yo, nada puedo hacer por mí mismo” 

Desde que estamos pequeños se nos dice qué hay cosas que no podemos hacer solos, para cuidarnos y protegernos de hacernos algún daño, o caernos y rompernos la pierna, o algo por el estilo. Seguimos creciendo y la historia cambia un poco, sin embargo, va con el mismo sentido protector, y con frecuencia escuchamos decir “hasta que estés grande lo podrás hacer solo”.

El evangelio de hoy nos relata la historia de un Jesús hombre, maduro, de unos 33 años diciendo “yo, nada puedo hacer por mí mismo”. Entonces decimos: si Él no podía hacer nada por sí mismo, entonces yo tampoco y a mí también deben de ayudarme a hacer las cosas. Pero no. No hay que confundirnos. No es que no podamos hacer nada por nosotros mismos, solo que es a través del amor del padre que hacemos lo que hacemos y tenemos esa capacidad de resolver y decidir. Todo es con la ayuda de Dios.

Imagínate a Jesús decir que podía hacer las cosas con la ayuda de su padre; igual nosotros, es con la ayuda del mismo padre que funcionamos en armonía con los demás, porque a través de Él, hemos descubierto la bondad, el servicio, la verdad, la humildad y la caridad entre muchas virtudes más. Es por el Padre que estamos aquí, por su amor hacia Jesucristo y a la vez, por nuestra comunión con Él por medio del Espíritu Santo. Qué humildad, la de Jesús, de estar al servicio y obediencia de su padre.

En la vida, cuando demostramos respeto a los demás, estamos imitando la renuncia a si mismo de Jesús, para con su padre en el cielo. Nos convertimos en personas de bien porque sabemos que nada podemos hacer solos y que necesitamos la ayuda de Dios. Seamos humildes de corazón y dejemos que la Santísima Trinidad actúe en nosotros, con nosotros y por nosotros. Que estemos llenos del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, así como rezamos constantemente; y que sean parte de nuestra vida diaria, en todo momento de alegría, de felicidad y también de tristeza y preocupación. Sepamos que es con la fuerza que nos llega de Dios que vamos quitándole carga al corazón y liberando nuestro dolor, para ir rumbo al camino de la libertad, la verdad y el amor. 

Propósito de hoy: Aligerar mi carga confiando en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.