20 DE MARZO: SIGO TUS PASOS.

 

Mateo 1, 16. 18-21. 24 “Y tú le pondrás el nombre de Jesús” 

Cuando vives en Tierra Santa, la interpretación de la Sagrada Escritura adquiere un sentido místico maravilloso. Se siente la presencia de Dios en todos lados y los personajes bíblicos adquieren vida. 

José.  

El Señor San José, fue un hombre casto, virtuoso, amoroso, paciente, obediente, y pudiera seguir escribiendo tantas virtudes, fue el custodio y protector de María Virgen, motivos que lo llevaron a ser el padre en la tierra de Nuestro Señor Jesucristo; por ello es el Patrón de la Iglesia. 

Imaginemos que nos enfrentamos ante algo para lo que no estamos preparados y en un sueño, vienen los ángeles a decirnos que todo va a estar bien. ¿Qué tal?, bueno, ahora imaginemos ¡que lo creemos! que nos cegamos ante la razón mundana y confiamos plenamente en esa voz que nos habló por la noche, mientras dormíamos. Así es la fe. José tuvo fe en Dios y en su silencio y humildad obedeció esa voz y se convirtió en el padre más afortunado del mundo; nada más y nada menos que el padre humano del Hijo de Dios. 

¿Cómo es nuestra fe? De labios hacia afuera, o en realidad nos entregamos a los brazos misericordiosos de Jesucristo. Conocer la historia de José nos acerca un poco más al sentido con que vivimos la vida, nos da una intención importante en cada cosa que hacemos y decidimos y también que dejamos de hacer, o que omitimos. De no ser porque escuchó la voz en sus sueños, José hubiera abandonado a María, la Bienaventurada Madre de Dios y la historia de salvación, de nuestra salvación tal vez hubiera sido diferente. Esto nos invita a pensar un poco en las decisiones que tomamos, si son pensadas o arrebatadas. Cuántos hogares destrozados y corazones rotos; cuanta injusticia y dolor se puede ocasionar con una sola palabra cuando escasea la fe y el amor, cuando no hay confianza ni bondad, cuando se va por el mundo con odios, resentimientos y deseosos de venganza.  

En cada uno de nosotros está la clave para evitar que, en el mundo, siga desapareciendo la fe; aprendamos a ser mejores seres humanos, de amor y servicio al prójimo. Que nuestro día no acabe sin haber actuado en favor de los demás, que tu vida no pase sin que hayas hecho algo por alguien, por tus padres, tu familia, tus hijos. Seamos quien procure la reconciliación y es con la oración que vamos a aprender a perdonar y a pedir perdón de corazón. Seamos más como el Señor San José. 

Propósito de hoy: Estar preparados a escuchar esa voz en nuestros sueños.