12 DE MARZO: SEÑOR, DAME DE BEBER.

Juan 4, 5-42 “Dame de beber”

Cuando visité por primera vez los Altos del Golán en Israel, entendí la frase esa de que Jesús es rio de agua viva. Agua viva, nueva, fresca, abundante, que emociona y admiras y que quieres beber; Jesús sí que es un Rio de Agua Viva caudaloso, que jamás se acaba, que su cauce es como ningún otro y que renueva y purifica a aquel que lo bebe.

Dame de beber, le dijo a la Samaritana y yo te daré agua de vida eterna y jamás tendrás sed. Jesús se nos da en la Eucaristía, en el Cáliz de salvación cada vez que comulgamos y nos baña con esa agua de vida eterna para darnos el don de su amor, perdonando nuestros pecados y el daño que hacemos a otros, perdonando la manera que le fallamos al olvidarnos de la caridad con que debemos vivir nuestra vida en el servicio a los demás. Jesús, Rio de Agua Viva y Eterna, quiere llenarnos de su Espíritu para ayudarnos a tomar mejores decisiones, para ver el bien en cada ser humano y darnos cuenta que al darle de beber al sediento, estamos saciando su sed de misericordia hacia cada uno de nosotros.

Cuidemos la sed de nuestra alma, que siempre esté saciada con la Palabra de Dios, que se desborde el amor que hay en nuestros corazones para ser también reflejo de la búsqueda continua de la verdad. Que tengamos sed para dejar atrás el odio, la venganza, el rencor, la falta de perdón y que sea el rio quién se lleve con fuerza el mal de nuestro corazón dando pié a la llegada de una vida renovada llena de esperanza para juntos construir una mejor sociedad donde la búsqueda de la paz sea lo que nos motive a vivir llenos de su amor en el perdón y la caridad, al servicio de los demás.

Propósito de hoy: Reconocer que tengo sed de Dios y pedirle que me dé de beber.