4 DE MARZO: TÚ GRACIA ESTÁ CONMIGO.

Mateo 5, 43-48 “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian.” 

Cuando tenemos estas palabras frente a nosotros, podemos pensar en eso de amar a nuestro enemigo como algo imposible de hacer. Sin embargo, en la práctica de nuestras acciones y nuestra oración, Dios nos llena de su gracia, porque efectivamente solos no podemos hacerlo. ¡Hay que estar llenos de Dios! ¡De su palabra de vida y de amor! 

Es entender, que vamos a vivir con más paz en el corazón al lograr amar a quien nos ha hecho daño. Es dejar el egoísmo que nos causa el dolor, cuando solo pensamos en nosotros; es ver al que nos lastima con los ojos del Padre, como un reflejo de su perfección. ¡Y, qué difícil!  

El dolor que nos causan las personas al lastimarnos es una emoción qué tal vez no podamos hacer desaparecer de un día a otro; pero la voluntad para perdonar a nuestros enemigos, a quien nos odia, a los que nos persiguen por la razón que sea y a quien nos calumnia es una gracia que nos llega a través de la oración, a través de la disposición de recibir a Dios en el corazón, es por el deseo de no querer vivir en enemistad con los demás y también tiene mucho que ver con una gran reconciliación con uno mismo. Cuando tenemos paz en el alma y actuamos lo más apegado a las reglas de vida que Dios nos ha enseñado, logramos ese equilibrio entre lo que sentimos y lo que nos hacen sentir los demás, nadie tiene el derecho de provocar en uno malos pensamientos o sentimientos, como el odio, por decir alguno. Eso es algo que uno decide por sí mismo ya que cada quien es responsable de lo que hace y dice, de lo que siente, así como de su comportamiento. Nosotros no somos responsables de lo que dicen los demás, pero sí somos responsable de uno mismo, por consiguiente, caminar de la mano de Dios, va a provocar en cada uno esa paz qué tal vez, quien nos odia no conoce. 

Recordemos que nadie puede dar lo que no tiene. Así que vamos haciéndonos unas preguntas: ¿Amas?, ¿Te sientes amado?, ¿Eres feliz?, ¿Te gusta compartir con los otros?, ¿Eres egoísta?, ¿Te domina tu orgullo? Somos un reflejo de lo que guardamos en el corazón, de ese gran tesoro que tenemos en el alma. Y si en nuestra alma albergamos desamor hacia lo que estamos queriendo aprender de Dios, es muy posible que eso sea lo que se refleje hacia el exterior. Nadie puede dar lo que no tiene. 

Propósito de hoy: Se un bonito reflejo del tesoro que guardas en ti mismo.