21 DE FEBRERO: POR TÍ, APRENDÍ A SERVIR.

Marcos 9, 30-37 “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. 

Tal vez a muchos nos cueste un poco de trabajo entender esta frase, principalmente porque en los sistemas sociales en que crecemos, se nos enseña a que, ser el primero es lo más importante en el mundo. Y el Señor nos está diciendo que seamos los últimos. 

Hay una gracia muy grande en esto de ser el último, porque se refiere a ser el último en sentir rencor, odio, venganza que seas el último en tener estos sentimientos y que estes dispuesto a valorar a los demás por como son, que lo más importante sea, el servicio digno que das en tu vida. Si alguien se cae, ayudarlo a levantarse y no solo físicamente, sino también moralmente, que tú seas un vínculo de amistad entre Dios y los demás. Esto de ser el último ante los ojos de Dios tiene que ver con la caridad y el amor, con las formas en que vivimos nuestra vida, con el ejemplo de atención que damos a quienes más lo necesitan, con nuestro agradecimiento, y que nos sintamos bien cuando ofrecemos nuestra mano amiga a esa persona que esta triste, que sufre, que tiene una pena.  

Es con las obras de bondad, con tu bondad, como vas a llegar en el primer lugar a la casa de Dios. Es siendo acomedido, es estudiando con todo lo que tienes, es hacer un buen trabajo en tu oficio. Ser lo que somos ahí donde estamos, es lo mejor que podemos dar, con humildad, con honradez, en la verdad. Si eres estudiante, o padre de familia, o religioso, o maestro, o cantante, o empresario, se siempre una persona de bien, cualquier profesión que hayas elegido seguir en tu camino, que vayas dejando una huella por lo que diste de ti.   

La clave está en el servicio que damos, recordemos que la fe sin caridad, o sea, sin servicio, no nos sirve de nada. 

Propósito de hoy Visitemos a nuestros abuelos, o llamemos a nuestros padres, preguntar si necesitan algo  y recordarles que los amamos y que estamos agradecidos con ellos.