5 DE FEBRERO: QUIERO PONER SABOR A MI VIDA.

Mateo 5, 13-16 “Ustedes son la sal de la tierra” 

La sal de la tierra. Cuando pensamos en la sal, o en algo salado, ¡hasta hacemos una cara! La sal debe estar en proporción para que los alimentos tengan muy buena sazón, para que gusten y los comensales quieran comer más. Si está muy salada, la hacemos de lado y comemos lo demás ¿Te ha pasado? He escuchado decir que si algo está muy salado es por que quién cocinó, está de mal humor. 

¿Cómo nos va a nosotros cuando algo anda mal? También ¿nos ponemos de mal humor, como ese cocinero que usó demasiada sal, o muy poca? Nuestra actitud ante la vida está mediada por esa sal que le ponemos. ¿Pero cómo es eso? Cuando promovemos la paz y los valores personales y sociales, estamos siendo justos en la medida que vamos echándole sal a lo que hacemos. Ni muy desabrido ni muy salado; si actuamos con bondad, con fe y esperanza ante lo que nos presenta la vida y si luchamos por la justicia y la perseverancia coherente de lo que pensamos y actuamos, estamos poniéndole una gran sazón a nuestra vida. ¿Tú eres así? ¿Cómo vas por la vida? 

Las acciones que nos dignifican como ser humanos, son aquellas que al realizarlas nos pintan una sonrisa en los labios. Ser lo que somos ahí donde estamos, ha sido la mejor recomendación que he escuchado en mi vida. Ser lo que somos, auténticos, honorables, que nuestro ejemplo deje frutos de amor; ser la medida exacta de sal en cada cariño que damos, cuando ayudamos a alguien, en el momento de compartir nuestro tiempo con los mayores, al proteger nuestros valores y al no darnos por vencidos cuando alguien nos invita a romper los esquemas morales que albergamos en el corazón.  

Que la sal que pongamos a la vida, siempre atraiga a más personas a imitarnos, en el ejemplo de amor que reflejamos al sabernos hijos de Dios. 

Propósito de hoy: Que mi granito de sal, sea fuerza vital en mi caminar.