30 DE ENERO: PREPARO MI VIDA PARA IR A CASA.

Marcos 5, 1-20 “Vete a tu casa a vivir con tu familia” 

Ir a casa. Siempre es una sensación emocionante regresar a casa. Tal vez, saliste por trabajo, o estuviste estudiando fuera, o tal vez estabas en un viaje largo. Puede ser que te divorciaste, o estabas haciendo tu servicio militar, o que las cosas no salieron como esperabas y regresas al encuentro de las personas que son tu fortaleza. Casa, hogar, lugar donde nos podemos sentir seguros. 

En este Evangelio, Marcos nos cuenta cómo Jesús le dijo al que acababa de sanar que regresara a casa. Tal vez, porque después de sanar sus demonios, de curar su dolor, sus heridas del pasado, él debe correr a casa para compartir con los suyos lo mejor de sí mismo. Esa es la finalidad de la confesión que nosotros los católicos tenemos y que vivimos a través de nuestra fe. El Sacramento de la Reconciliación nos deja el alma en paz; nos quita de encima eso que no nos deja ver, lo que nos obstruye el camino a ser una mejor persona. La confesión es como los baños de purificación en los tiempos de Jesús; nos limpia del pecado cometido, nos permite acercarnos con humildad a pedir perdón a quien herimos; nos abre el corazón ante los ojos de Dios para recibir su amor, llenarnos de él, seguir hacia el camino que nos lleva a la libertad, a la verdad y a la paz personal. 

Ve a casa a vivir tu alegría. Tal vez de eso se trata la vida, de vivirla para al final regresar a casa, a la eterna casa del Padre, donde seguramente vamos a ser recibidos con amor. 

Propósito de hoy: Para estar en paz conmigo y los demás, hoy voy a pedir perdón.