12 DE ENERO: ÉL ES MI MEDICINA.

Marcos 1, 40-45 “Si tú quieres, puedes curarme.” 

¿Qué tan grande es nuestra fe? Tu fe, la mía. ¿Sabes que la fe es personal? No se hereda por la sangre, ni se transmite al tocarse, ni porque mi familia tiene fe, yo también. Si, es cierto que son costumbres culturales, eso de la religión, ¿más la fe? Es una gracia. Y es una gracia que cada uno debemos querer tener, cada quién debe pedirla a Dios y Él nos va a acercar a Su Palabra. Cuando tenemos a Dios en el corazón, caminamos con seguridad de sentirnos protegidos; y cuando hacemos oración vamos creciendo esa fe tan deseada, Dios sabe que queremos llevarlo en el corazón y nos fortalece con su gracia.  

Si tú quieres, puedes amarlo también. Y en ese amor, recibes su mano curativa, su bondad para hacernos sanar, ya que en su palabra encontramos sabiduría y mil maneras de sentirnos acompañados. Cuando leemos la biblia, bueno, yo tengo una biblia fenomenal que no suelto jamás, y muchas veces cuando tengo incertidumbre sobre algo, busco en el índice la palabra que quiero investigar y cada vez, encuentro una palabra de consuelo, un consejo, una historia de amor que llena ese espacio vacío que tenía en mi corazón.  Me he dado cuenta que para entender a Dios en la sencillez de mi inteligencia, no tengo que haber estudiado teología, solo necesito un corazón dispuesto a escuchar y aprender a dejar ir las cosas que no son útiles, ni buenas para mi vida; es aprender a escuchar la dulzura con que me habla y también la dureza con que me reprime como un padre de amor, que solo quiere mi bien.  

Yo sé que Él puede curarme. Su palabra sana mis heridas del odio y la desolación, del sentirme despreciado y rechazado, Él sana mi alma de las tentaciones del mal, de la violencia y el reproche; Dios puede curarme y darme un corazón purificado a través del perdón y de la gracia. Dios con su infinita bondad me acerca al bien, a la bondad, al servicio con dignidad, a la vocación de ser santo, igual que a ti. Dios con su grandeza nos lleva de la mano cuando decidimos que sea Él quién cure nuestra tristeza y soledad. Es Él con su bondad, el que nos ayuda a superarnos y a que nuestro corazón esté lleno de sentimientos extraordinarios de amor, como el perdón y el agradecimiento a los demás, con afecto y respeto, con el deseo de que sea Él siempre nuestra medicina. 

Propósito de hoy: Dejar que Jesús llegue a nuestra vida con su amor sanador.