2 DE ENERO: SOY LA VOZ.

Juan 1, 19-28 “Yo soy la voz que grita en el desierto” 

Empezamos este nuevo amanecer en nuestra vida con alegría y deseando para todos armonía y paz en sus corazones, extensivo a sus familias.  

Yo soy la voz que grita en el desierto, nos dice Juan el Bautista y cuántas veces nos sentimos igual que él, en la catequesis, en el día a día, con nuestra familia, hermanos, primos. Sentimos que somos los que llevamos la Palabra de Dios, de esperanza, de paz, de amor y nadie nos escucha. Muchas veces sucede que, si nuestra personalidad es muy alegre, o es un poco gruñona, o hacemos mucho ruido, o hablamos poco…cuando llevamos un mensaje de amor a los que están cerca de nosotros, solo nos ven y se ríen. ¿Te ha pasado? Es el dicho como le sucedió a Jesús, nadie es profeta en su tierra. 

Sin embargo, qué tal si empezamos este año, con una visión diversa hacia los que nos rodean. Hay que sacar de nuestra mente eso de encasillar a nuestros hermanos por su carácter, o a nuestros amigos o al que está junto a nosotros. Vamos haciendo un comienzo nuevo, vamos a darnos la oportunidad de apreciar a los demás como no lo hemos hecho en mucho tiempo; permitamos descubrir algo más que su carácter o temperamento. Escuchemos cuando nos hablan con el corazón sin juzgar ni poner significados que no son, dejemos de interpretar a los demás por cómo nos gustaría que ellos pensaran o se expresaran. Que este año tengamos la visión de Jesús, de recibir a los demás como si fuera Él y entonces poder sentir algo más allá de lo que se ve por fuera. 

Seamos la voz que grita en el desierto, la que habla y también la que escucha. Dejemos las vanidades fuera cuando se trata de entender al que nos habla y permitamos que el amor de Dios reine en nuestra vida, que esté siempre presente en nuestro trato y servicio digno a los demás. 

Propósito de hoy: Que nuestro proceder hable por nosotros este día y que nuestra voz pueda ser recibida en el corazón de los demás.