26 de diciembre: ERES SIEMPRE JUSTO.

Mateo 10, 17-22 “El que persevere hasta el fin, se salvará’’ 

Dios es tan bueno, que a veces nos hace enojar. Cuando actuamos bajo las normas de Su palabra y hacemos el bien a los demás, vivimos en el servicio y damos pan al que tiene hambre sabemos que vamos camino a la salvación de nuestra alma; y cuando vemos a los demás que matan por dinero o por poder, que asesinan porque tiene un arma, que faltan a la justicia y a la moral pero que al final de su vida, se arrepienten, Dios misericordioso los perdona, los recibe como el primero de sus hijos, se hace ciego ante todo lo que cometió porque le dijo “Padre, perdóname”. Y entonces ¿Qué hay de la persona que siempre vivió tratando de ser un mejor ser humano, que jamás mató ni robó, ni fue en contra de las normas morales ni de la vida? Como la parábola del hijo pródigo, o del trabajador de los denarios.  

Estos cuestionamientos son muy válidos, porque queremos hacer las cosas bien y vemos cómo otros no son testimonio del amor de Dios, pero en el arrepentimiento encuentran la paz. Así es Dios y no es que sea injusto; solo es un Padre de amor, que sabe perdonar. Todo aquel que sigue su palabra y sus mandatos, ya tiene un lugar en su corazón porque Dios ya lo conoce, tal vez por eso creemos que es injusto. Sin embargo, aquel que se arrepiente y se atreve a pedir perdón es como la oveja perdida, a la que Jesús se regresó a buscar. Dios siempre busca al perdido, al pobre de espíritu porque aún no lo conoce, busca al que tiene hambre de amor, de paz, busca al desnudo de moral, de bondad, busca al que tiene sed de ese amor que muchos ya conocemos, ya que Dios es siempre un Padre comprensivo, y nos enseña a vernos unos a otros como hermanos en la búsqueda de hacer siempre el bien para alcanzar la salvación. 

Propósito de hoy: Aceptar que Dios es justo y no enojarnos por eso.