14 de diciembre: SEAMOS AUTÉNTICOS.

Lucas 7, 19-23 “Dichoso el que no se escandalice de mí” 

Y nosotros ¿Nos escandalizamos de Dios? O, ¿Nos duele Dios? O nos da exactamente lo mismo… ¿Creemos que existe Dios? Cuando se repite en los evangelios que la palabra de Dios se dirige a los pobres, ¿A quién se refiere, a nosotros? ¡Claro! A nosotros los que nos escandalizamos de Él, a nosotros que creemos que el dinero y la posición social nos hace privilegiados ante sus ojos, porque no, en realidad no somos privilegiados ante los ojos de Dios, si no enfocamos nuestra riqueza y posición social hacia la compasión y las acciones que benefician a los demás.  

Pobre se refiere a la pobreza de espíritu, al arrogante, al que no es capaz de abrir el corazón para amar con sencillez, con la verdad. Todos somos pobres cuando actuamos abusando de otros, cuando mentimos, cuando no somos auténticos con nosotros mismos.  

En toda razón los pobres podemos arrodillarnos ante el Señor y pedir su perdón; somos personas que recapacitamos en nuestra forma de ser y actuar, porque nos sabemos hijos de Dios. No hay que escandalizarnos de Dios, ni de sus promesas ni de su amor; al contrario, vamos llenándonos de Él, vamos permitiendo que llegue a nuestra vida, que la cambie, que la transforme. Que nos ayude a vencer nuestro egoísmo, nuestros rencores y vicios; porque si él reina en nuestro corazón podemos tener la capacidad de ver las necesidades de los demás, podemos acompañarlos y crecer en el servicio hacia quienes tienen menos y que esa pobreza del alma, se convierta en humildad para seguir el camino que Dios ha construido para nosotros. 

Propósito de hoy: Hagamos de nuestra pobreza una gran riqueza en el servicio a los demás.