3 de diciembre: Cosecha buenos frutos.

Mateo 9, 35–10, 1. 6-8 “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos” 

Recuerdas cuando eras chico, tal vez te tocó que celebraran la Navidad en familia, venían los primos, estaban los abuelos, invitábamos a algún amigo querido y la cena unía a todo el grupo. Recuerdo que lo mejor era ir a misa de gallo, a la media noche; era la felicidad de ver al Niño Dios nacer en la Eucaristía. Regresábamos a casa para el postre y compartíamos con todos los regalos que estaban esperándonos debajo del árbol.  

Con el tiempo la costumbre de las reuniones de Navidad se ha perdido, como que todos estamos tan ocupados, o vivimos fuera de la casa paterna/materna, o tenemos que dividirnos con las familias y se nos complica estar reunidos en un día tan especial.  

También se nos olvida que el motivo de esta celebración es el amor de Jesús.  

Las familias que han logrado mantener esa unidad, han cosechado mucho amor, han sabido dejar fuera de su vida los odios, rencores, y resentimientos que suelen suceder entre familias. El mejor regalo que podemos ofrecernos unos a otros es el perdón. Que no seamos pocos, que trabajemos para dejar buenos frutos, que el trabajo que nos pide Jesús en preparación para su llegada sea buscar la armonía empezando en la familia; aprendiendo a ser feliz.  

Y ser feliz, requiere un compromiso. Un compromiso con nosotros mismos para ser fiel a nuestros principios, a nuestros valores, y ser coherentes en lo que decimos, pensamos y hacemos. Buscar en la oración un acercamiento con Jesús para que podamos ser testimonio del amor que se renueva constantemente en nuestro corazón, seamos quien lleve la buena nueva de la llegada del Salvador; que esta navidad podamos ser ejemplo de bondad, de paz y de un encuentro de amor con nuestra familia. 

Propósito de hoy: Ve con tu familia y diles que los amas, atrévete a pedir perdón, para que alcances la felicidad, que tu cosecha de los mejores frutos.