28 de noviembre: Quiero servirte.

Mateo 8, 5-11 “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa.” 

Mi casa…mi casa es mi corazón, no el edificio donde vivo; para Dios nuestra casa es nuestro corazón. 

¿Cuántas veces no nos sentimos dignos de que Dios entre a nuestro corazón? Tal vez unas cuantas veces, algo así como cuando hicimos algo y nos da pena que los demás se den cuenta; que nos caímos y rápido nos levantamos ¡por si alguien nos vio! La dignidad es algo muy fuerte en la vida del ser humano. He conocido a familias enteras que se comportan de manera déspota con sus empleados “porque no son dignos” de ser tratados con respeto, me dicen que ellos están para servirlos. Bueno eso del servicio también es delicado. Mientras más servimos a nuestro hermano más humilde de corazón nos convertimos. Si pensamos que Jesús vino a morir por nosotros, que en su vida se la pasó sirviendo a Dios y a los demás, ayudando, sanando, curando; ¿cómo podemos creer que servir a otros, nos convierte en personas menos dignas que las personas que nos sirven a nosotros? 

Cuando aprendemos a servir a los demás con amor, es más fácil pensar en el servicio. Como cuando visitamos a nuestros abuelos que están enfermos y lo hacemos con alegría, su sonrisa es suficiente para saber que valió la pena; igual si visitamos a nuestros padres o hermanos enfermos; o si nos levantamos y preparamos el café o el desayuno con alegría, cantando y a la vez, creando una armonía en esa casa física que compartimos con nuestra mi familia y en esa casa que es nuestro corazón; es entonces que nos damos cuenta que también vale la pena servir. La mano amiga que ofrecemos al otro, en el trabajo o la escuela o la oficina, y cuando ayudamos porque nos nace del corazón, también se llama servicio y el servicio es digno. Servir eleva nuestra dignidad como ser humano hijos de Dios y nos hace darnos cuenta que podemos aprender a dar de nosotros con amor. Es solo cuestión de humildad y de costumbre, una vez que empiezas ya nadie te detiene.  

Propósito de hoy: Atiende a esa persona a quién has tratado mal.