18 de noviembre: Entra en mi casa.

Lucas 19, 45-48 “Mi casa es casa de oración” 

La casa de Cristo Jesús es el templo de nuestro cuerpo. Sí, tú y yo somos la casa de Jesús y Él vive dentro. Tal vez no entendamos esto muy bien, si Dios está en la iglesia ¿Verdad? Es cierto, pero nosotros somos su iglesia.  

Imagina que llegas a una casa a vivir por vez primera. ¿Qué quieres para tu casa? ¡Muebles! Y aparte de los muebles quieres que sea un lugar de paz y de amor. Quieres decorar tu casa con las fotos de la familia sonriendo, divertidas, haciendo obras de servicio comunitario; quieres poner en el refri leche, pan, huevos; quieres que tu jardín esté lleno de flores y plantas por todos lados; quieres que cuando abras la puerta tus visitas se sientan bienvenidos por tus palabras y tu recibimiento. Eso igual, es la casa espiritual que tienes en tu corazón. La casa de Dios. Debes de llenarla de amor. Que cuando lleguen tus invitados solo escuchen palabras de bienvenida que sean un reflejo tuyo de la Palabra de Dios.  

Tenemos que cuidar que no convirtamos nuestra casa, en casa de horror, de temor, de maldad, de dolor. ¡No! Que nuestra casa esté llena de bondad, de compasión, de verdad, de honestidad, de perdón, de oración y de fe. Un hogar de servicio mutuo, tú me ayudas y yo te ayudo, tú me pides algo y yo gustoso te lo doy, tú me abrazas y yo recibo ese abrazo con alegría.  

 La oración nos acerca a la verdad en el amor de Dios, a reconocerlo como el creador de todo y a permitir que llene nuestros corazones de su palabra de vida, para que nuestras acciones sean un reflejo de su santidad por medio del amor a los demás, la caridad y el servicio. 

Propósito de hoy: Abre las puertas de tu casa y abraza a tus abuelos y a tus padres, agradeciéndoles por su cariño y entrega.