LUCAS 17, 1-6 “No es posible evitar que existan ocasiones de pecado, pero ¡ay de aquel que las provoca! Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino sujeta al cuello, que ser ocasión de pecado para la gente sencilla.”
Cuando yo era pequeña, escuchaba a mi Tía Magdalena, que nació por allá en el año 1898, que decía: “El que inocentemente peca, inocentemente se condena” y creía que cada vez que hacía una travesura sin darme cuenta, por la cuál era reprendida, estaba pecando inocentemente; después una teóloga me dijo que no se puede pecar inocentemente, que el pecado se da cuando tienes consciencia de que estás cometiendo una falta y aun así la cometes.
El ser humano tiene la capacidad de distinguir el bien del mal y entonces cómo es que, si estando conscientes de que se va a cometer una falta o un pecado, se hace; y peor aún, que se da ese atrevimiento de ser ocasión de pecado para alguien más. Los valores morales, entonces, dejan de existir. Hay que hacer consciencia sobre en qué momento del camino te has acostumbrado tanto a pecar y a cometer faltas, que lo haces con naturalidad y te llevas a otros a ser como tú.
Es muy interesante en qué momento, y los motivos por los cuáles se olvidan los valores. A veces “no conviene” tener valores, porque la gente te juzga como una persona puritana y te hacen sentir incómodo; o también se olvidan los valores cuando, para encajar en un círculo social, debes abstenerte de tu fe y evitar que se rían de ti. En realidad, una persona deja sus valores morales por su propia decisión, porque cuando le eres fiel a Dios y a su palabra, no deberías permitir que ningún ser humano que te corte la fe. Si tienes este conflicto lo que debes hacer en estos casos es orar, y abrazarte más a la palabra de Dios dejándolo a Él entrar en tu vida, en tu día a día, en tu corazón y pedirle que fortalezca tus creencias, tus principios, tu fe, para que te conviertas en una persona que no pueda negar esos valores morales que son tan importantes para tu paz. Nada ni nadie vale más la pena para que dejes tus principios morales fuera de tu vida; es más valioso que por tus principios sigas agradando a Dios.
Trabajemos para saber evitar esas ocasiones de pecado que se atraviesan en nuestro camino, y que con nuestro ejemplo de virtud podamos ser un medio para que los demás puedan alcanzar las gracias de Dios y procurar una vida llena de paz, en el amor que nos ofrece cada día Nuestro Señor Jesús.
Propósito de hoy: Vivamos nuestra fe con fervor.