6 de noviembre: Todos somos hijos de Dios.

Lucas 20, 27-38. “SON HIJOS DE DIOS”  

Hay una canción muy bonita de los años 70´s que dice algo así como: “De qué color es la piel de Dios, todos son iguales a los ojos de Dios”. Y sí, sé que Dios no hace distinciones. Todos somos iguales para Él. Buenos y malos, bajitos y altos, simpáticos y desagradables.  

En nuestro camino por la vida, tenemos cada día una nueva oportunidad para ser feliz y para cumplir el plan de Dios. Tal vez creamos que no tenemos ni idea de que se trata ese plan, y si, a veces es muy difícil porque trabajamos mucho para hacer el bien, para ser mejores, para complacer a los demás y no sentimos que estamos cumpliendo el plan de Dios, sentimos como que no vamos por el camino que está preparado para nuestra santidad.  

Sin embargo, cuando estamos llenos del amor infinito de Dios, cuando vivimos en armonía y el servicio digno hacia los demás, si, con esfuerzo, pero con un esfuerzo que nos da alegría, entonces vamos bien.  

Fuimos creados para hacer el bien, pero si no sabemos cómo, podemos empezar por la oración. La oración nos acerca a Dios y nos enseña a seguir sus mandamientos, a procurar el bien común y a saber amar con honestidad. La oración aumenta nuestra fe, nos abre el corazón hacia las cosas de Dios y nos permite ver con claridad nuestro camino. Confiar en Jesucristo consolador y piadoso nos permite tener un corazón dispuesto a su amor, nos invita a perdonar y a pedir perdón, a reconciliarnos con los demás, con Él y con nosotros mismos; nos anima a que llevemos una vida ordenada, honrada, en la verdad, en el servicio y siempre en la caridad y en el amor.  

Que no se nos olvide que todos somos hijos de Dios. 

Propósito de hoy: Reconocernos que somos hijos amadísimos de Dios.