29 de octubre: Por amor.

LUCAS 14, 7-11 “Cuando te inviten a un banquete, no te sientes en el primer lugar”. 

Muchas veces queremos ser los primeros y estar en el primer lugar, ya sea en la escuela, en una carrera, o en una fiesta como es el caso del evangelio de hoy, creyendo que así nos vamos a hacer notar, o vamos a ser reconocidos por los demás. Es natural en el ser humano, preocuparse por la aceptación y la pertenencia en los núcleos sociales. Pero, debemos saber que ser el primero no nos garantiza la felicidad. A veces se hacen tantos sacrificios por tener más cosas, se trabaja más para tener dinero, para llegar más lejos, para estar hasta al frente; no digo que sea algo malo, solo hay que pensar en el cómo. 

¿A qué me refiero?  

Tiene mucho que ver a quién elegimos para que vaya con nosotros en el camino alcanzando metas y propósitos.  Al caminar en el servicio a los demás, en la honestidad y en la verdad, en la justicia y el bien común, al caminar en la gratitud y en la bondad, se llegan a cumplir metas de la mano del amor por lo que hacemos, del agradecimiento hacia quienes van por nuestro camino y del amor con que vivamos nuestra vida. Eso es caminar con Jesús de la mano y esa es la manera de sentirse orgullosos de ser el primero; elegirlo a Él en nuestro caminar.   

Nunca olvidar, que, por nuestras obras, por cómo tratamos a las personas, por lo que compartimos con los demás, con la abuela, con los padres, con la familia, y por nuestra consideración hacia los otros, es por lo que vale la pena querer ser el primero, de esa manera entonces sí, ¡Siempre hay que ser los primeros! sin creer que somos más que los demás, o que merecemos más. 

No hay ningún dinero que te compre la paz del alma; sin embargo, puedes tener todo el dinero del mundo y si además tienes una vida llena de estas y otras cualidades, entonces sí, vas a tener el primer lugar, ese primer lugar que vale la pena tener, estando al servicio de los demás por el gran amor que tienes en tu corazón, en el nombre de Dios. 

Propósito de hoy: Saludar con amor a las personas que están cerca de ti.