28 de octubre: Sanando el dolor.

Lucas 6, 12-19 “Salía de él una fuerza que sanaba a todos”. 

Sanar. ¡Todos queremos sanar!! Jesús sanaba no solo las heridas físicas, sanaba a ciegos, a paralíticos y leprosos, pero también sanaba las heridas del alma, del corazón, de la mente, del espíritu. Hasta el día de hoy, Él sigue siendo quién sana nuestra vida.  

Y ¿Cómo es eso? Cuando sentimos algún dolor, buscamos médicos que nos ayuden a quitar el dolor y en ocasiones ese dolor no se quita con medicina. Son dolores profundos del corazón, dolores del alma. La oración es buena medicina, ayuda mucho; nos permite entender las cosas de Dios, y es en él, que podemos encontrar sanar. Hay tristezas en el alma, por ejemplo, que se crean cuando fallece alguien a quien amamos con todo el corazón y nos deprimimos como si también hubiésemos muerto nosotros. Ahí tenemos una herida muy grande que solo el amor nos va a quitar. Muchos sufren algún dolor y creen que solo el alcohol o las drogas se los va a quitar; o a veces somos testigos de este dolor en algún familiar, en algún amigo y no sabemos cómo actuar, o de qué manera poder ayudar, para que llegue a sus corazones, el amor curativo de Dios.  

Sentir que estamos solos ante estas batallas de dolor, nos impide ver que hay otras personas que están en la misma situación que nosotros.  

La fuerza salvadora de Jesús llega sin darnos cuenta, llega cuando desenfocamos nuestra vida propia para ayudar y servir a los demás de manera digna. Nuestra fe solo necesita alimentarse del amor de Dios para sobrevivir y saber que en Cristo todo tiene sentido, hasta el dolor del alma. 

Propósito de hoy: Pasa más tiempo con tu familia y diles que los quieres.