Lucas 12, 1-7. “Porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse.”
Fingir sentimientos y aparentar cualidades que no se tienen, es tal vez, la peor manera de vivir tu vida, aún más, si tu intención es tener un beneficio personal, lastimando a alguien más o para obtener prestigio social, que al final del día, se va a descubrir como falsos. Pero después; ¿Qué es de ti?, ¿a dónde va a parar tu honestidad, tu honradez y la confianza que los demás pudieron tenerte?.
En la vida, debemos cuidar con celo nuestros valores, la manera en que nos relacionamos con los otros, nuestro comportamiento, porque esa actitud contribuye a ser buenos o malos seres humanos. También es muy importante como nos sentimos con nosotros mismos. Hay patrones de conducta nocivos que nos han sido heredados y solemos decir: “es que así era mi padre, o así era mi madre, o la persona que me educó y por eso soy igual a ellos”. Tal vez es una justificación muy infantil. Hay que empezar siendo honestos con nuestro corazón, con nuestro interior, con nuestra persona; ¿Cómo me siento conmigo mismo?, ¿Cómo me visualizo?, me siento despreciado, o insultado, o fracasado, o siento que nadie me ama…¿Cómo quisiera que fuera mi vida?.
Si reconocemos conductas que no nos gustan y que sabemos que están equivocadas, es momento de cambiarlas; debemos avanzar y no retroceder, tenemos que cambiar la forma en que vivimos, en lo que estamos aprendiendo, en cómo hacemos las cosas, en la manera en que nos expresamos, para poder tener una convivencia con los demás más armoniosa, de respeto, de servicio.
La oración nos acerca mucho a la reconciliación, a la verdad y en especial nos acerca a Dios, para poder abrir el corazón y permitirle ser parte de nuestra vida, del día a día, del saber crecer en el amor. Recordemos que las reglas de vida, como le llamo a los mandamientos, nos ayudan a ser honestos con nosotros mismos y con quienes nos rodean, solo hay que conocerlas, trabajarlas y vivirlas.
Propósito de hoy: Salir de casa y saludar a los demás con la alegría del corazón.