Lucas 11, 37-41. “Ustedes, los fariseos, limpian el exterior del vaso y del plato; en cambio, el interior de ustedes está lleno de robos y maldad”.
¿De qué está lleno nuestro corazón?. ¿Cómo lo alimentamos?. ¿Qué le damos de beber?.
La vida nos va llevando por varios caminos; unos que nos hacen sentir paz, tranquilidad, armonía; y por otros que no nos hacen feliz, que nos angustian y preocupan. Muchas veces creemos que vamos solos sin que Dios vaya tomando nuestra mano y estamos muy equivocados, en cada paso, ahí está Dios. Él nos habla al oído siempre y nos permite tomar decisiones de las cosas que pensamos que son lo mejor para nosotros. Nos deja decidir.
Has vivido la experiencia de ir a una fiesta porque te gusta la gente que va a ir, pero ya estando ahí, no supiste controlar las tentaciones y tomaste de más. Fuiste con buena intención de pasarla bien, pero caíste y ya no supiste más de ti. Muchas veces así vivimos la vida. Dicen que divertirse en mejor que controlarse. ¿Verdad?, más vale pedir perdón que pedir permiso. Y así, la vida nos va llevando hasta que nos estamos ahogando, ya no tenemos a dónde voltear, hemos perdido credibilidad entre los amigos, dejamos de ser productivos, y pensamos en “la vida”, siempre la vida. Y ahí sigue Dios, viendo cuándo vamos a pedirle su ayuda, como Padre fiel. Nos espera. Pero, nosotros ya no creemos que existe porque nos sentimos abandonados.
El ser humano tiene por tradición universal, culpar a alguien más cuando las cosas salen mal; ¿Cuántas veces has culpado a Dios por el resultado de tus acciones?. Somos personas libres para hacer y deshacer, lo malo está en que deshacer es más fácil y menos complicado y preferimos ir por allí. Todos tenemos la capacidad de cambiar y de modificar nuestras acciones para que nuestro interior esté siempre limpio y lleno de amor, lejos de la maldad; solo tenemos que darnos cuenta de eso, de que no es “la vida”, no, sino que es como la vivimos.
Propósito de hoy: Voy a pensar en lo que Dios me ha dado y agradecerle.