30 de septiembre: Yo te escucho.

Lucas 10, 13-16: “El que los escucha a ustedes, a mí me escucha”. 

 ¡Qué bonito es escuchar la palabra de Dios y platicar sobre ella!. El párroco de mi comunidad, siempre nos dice que vayamos a compartir lo que hemos escuchado en misa. ¡Y qué verdad tan bonita!, poder ir a casa y platicar sobre lo que nos dice su palabra, en cada lectura. Sabes que cuando hacemos esto, de compartir la palabra viva de Dios con los demás, estamos siendo copartícipes de la buena nueva, nos convertimos en verdaderos apóstoles de Jesús, porque quién nos escucha está escuchando la voz de Dios, su mensaje, sus enseñanzas.  

Vivimos en un mundo tan cambiante, que a veces nos impide ver el efecto conmovedor que causamos en los demás, para bien y también para mal (hay que tener cuidado). Tengamos presente que nuestras acciones siempre son observadas por los demás y que podemos influir de manera positiva y edificadora. Yo tengo en mi mente un recuerdo muy bonito en mi adolescencia, de una chica, que un día entró a mi parroquia y me vio haciendo una lectura. En silencio ella siguió asistiendo a misa cada domingo porque decía que entendía muy bien mis lecturas y empezó a contagiarse y a enamorarse de Dios. Después de un tiempo se acercó y pidió aprender sobre nuestro rito y se convirtió al catolicismo, después de ser protestante toda su vida.  

Es una mujer muy hermosa, dulce y enamorada de Nuestro Señor, que inició todo con el mensaje que recibió de Dios, a través de esa lectura que realicé. Nunca sabemos quién nos escucha, así que seamos un ejemplo para los demás con nuestras acciones, en nuestra caridad y servicio, a través de nuestra honestidad y entrega del amor que Dios nos brinda. Nunca sabes quién te está viendo y que mejor que vea algo bueno en ti que quiera imitar en su propia vida. 

Propósito de hoy: Ve con tus padres o abuelos y platica con ellos, tal vez necesitan que los escuches, así como Dios te necesita también.