4 de septiembre: Lo dejo atrás.

Lucas 14, 25-33. “El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”.

Cargar la cruz. ¡Suena tan duro!. 

¿Sabes que todos cargamos una cruz?. Por ejemplo: los estudiantes, a estudiar para los exámenes; los empresarios, a resolver conflictos; los religiosos, a ayudar en su comunidad; los padres, a educar a sus hijos  y el hacerlo de la mejor manera posible, aun si sentimos que no podemos, eso es cargar la cruz. 

La vida nos presenta algunos caminos libres de contratiempos, otros llenos de cerros que hay que subir y bajar, o por ahí caminitos de atajo que nos facilitan la llegada; y de acuerdo a nuestros talentos y habilidades podremos elegir uno, que si es el mejor o el más difícil, ya se sabrá. Eso es cargar la cruz, es llevar las dificultades de nuestra vida con amor. Es dar en el servir, es escuchar en el hablar, es caminar aun cuando no sea un camino fácil.

Cargar la cruz, no es dejarse humillar ni abusar; pero si es ser humildes en nuestras acciones, es aprender a servir a los demás de manera digna. Es dejar fuera de nuestro corazón la envidia, el odio, los rencores, la maldad, el coraje, la agresión y la violencia. Cargar la cruz y seguir a Jesús es llenarnos de su amor para así poder tenerlo a Él como la piedra que sostiene nuestro camino, sabiendo que su fortaleza  nos ayudará a salir adelante de cualquier situación. Dejar lo que nos hace daño, es ser discípulo de Jesús.

Propósito del hoy: Dejar atrás los sentimientos que no me acercan a Dios.