18 de agosto: Llega a ese lugar.

Mateo 22, 1-14

“Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir.”

Hay un dicho que dice: A comer y a misa a la primera llamada. Tu, que tanto esperas cuando alguien te llama. Y, a quien respondes al momento en que te llama. ¿A Dios?.

Lo sé. No es así de fácil. En el evangelio de hoy un hombre invita a todos los del pueblo a una boda y ellos no quieren ir, lo desprecian. Cuantas veces hemos despreciado alguna invitación por pereza, o porque tenemos algo mejor que hacer y eso mejor es quedarte viendo una telenovela, una serie, el Netflix. Luego cuando decidimos ir, no vamos listos a lo que vamos. En nuestra mente está, lo que dejamos de hacer.

Tal vez hoy podemos recapacitar en nuestras actitudes, en cómo, sin darnos cuenta podemos ofender a alguien o faltarle al respeto. Mi abuela siempre me decía, “el que inocentemente peca: inocentemente se condena”. Seamos más atentos con los demás. Hagamos las cosas con intención. Ser lo que soy, ahí donde estoy. Y siempre vamos a tener una segunda oportunidad de hacer las cosas mejor. 

En tu vida con Dios. Él espera y espera y espera a que llegues. Lo rechazas y sigue esperando. Lo olvidas, lo apartas de ti, lo ofendes, lo ignoras y ¿adivina?: Sí, te sigue esperando y con los brazos abiertos, como un Padre que espera a su hijo amado. Seamos como Jesús y dejemos que sea un ejemplo a seguir. Tratemos de ir cuando alguien nos invita a compartir y si es a ti a quien desprecian, no encojas tu corazón, no seas duro con los demás, vive por ti y para ti en el nombre de Dios y se feliz por los amigos que dijeron que sí, tal y como hace Jesús.

Propósito de hoy: Acepta esa invitación y dile a tu hermano que sí.