25 de Junio: Abrir mi casa

Mateo 8, 5-17

Vendrán muchos de Oriente y Occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob.

Hoy día celebramos el corazón Inmaculado de Maria. Ese corazón limpio, puro, sencillo. El evangelio no puede ser más adecuado. Donde al igual que en María vemos corazones llenos de confianza y de fe.

 Éste hombre nos ha dejado una de las oraciones más hermosas que repetimos antes de recibir la comunión:  “quién soy yo para que entes en mi casa”. No soy digo, mi casa esta sucia, desordenada, hay problemas de envidias, avaricia, activismo, indiferencia, superficialidad, pero también hay ahí un hombre luchando por su vida, Tú eres el único que tiene poder para currarlo,  sé que basta que tú digas una palabra para que quede curado. Yo también tengo en casa – en mi familia, o en mi corazón – alguien enfermo que necesita Señor no sólo de tu palabra, sino de mi fe y mi confianza para que tú puedas obrar el milagro. Lo que curó al criado y a la suegra de Pedro, no fueron las palabras de Cristo, sino la confianza y la fe de ambos, que movieron el corazón de Cristo a actuar. Ahí está el secreto. Con toda confianza y seguridad, “obliguemos a Cristo” a obrar milagros en mi corazón para que cure aquello que está herido, el orgullo, la soberbia, el mismo corazón; o que cure, restaure quizá la unidad, la armonía, la paz, la fe, la esperanza, el amor. Ya sea de mi propio corazón, o de alguien que habita en mi casa.

Propósito: Señor no soy digno de que entres en mi casa pero te suplico digas una palabra para que yo / Nn quede curado.