16 de febrero: Dejarme tocar por Jesús.

Marcos 8, 22-26.

“El ciego estaba curado y veía todo con claridad”.

Hoy leemos el relato de un ciego al cual Jesús le puso saliva en sus ojos, lo toco y vio. Un método algo convencional diría yo. Yo que soy un “poco asquerosita” quizá pasaría de largo. Y quizá “soy asquerosita” y no me dejo tocar por Jesús. Le pido me de paciencia, le pido me ensanche el corazón para amar a la que saca lo peor de mi, le pido me de fuerzas cuando el cansancio me invade, que me abra los ojos para ver con claridad cuando todo es obscuro, que fortalezca mi alma cuando las preocupaciones y el dolor sean muchos, que llene mi corazón de esperanza cuando el camino se empieza a complicar…le pido y lo dejo medio “tupido” y no acepto lo que El me manda o cómo me lo manda. “Me da asquito” y sigo abrumada, impaciente, desconsolada, triste, preocupada, impaciente, y todo porque no acepto el “cómo me quiere ayudar”. Para la paciencia me va a mandar a la persona que me la colma para que yo la ejercite; el dolor me lo va a quitar aceptando y subiéndome a la cruz; la esperanza invitándome a la oración para adquirir confianza. Si pedimos debemos estar dispuestas a dejarnos tocar, aunque sea con saliva, por Cristo y así podremos ver con claridad.

Propósito: hoy dejarme tocar por Jesús, venga lo que venga.