22 de diciembre: Centrarnos en lo escencial

Entramos ya a los últimos días previos a la Navidad. Seguimos descubriendo los secretos del Gran Misterio.

El secreto de los pastores: la fe

Cada vez más nos cuesta creer. Es cierto, muchas certezas se han derrumbado; muchas confianzas han sido defraudadas, sobre todo en los últimos años. Por eso, más de alguno me ha dicho: «Ya no sé en qué o en quién creer». 
El secreto de los pastores fue su fe. Una fe sencilla, pero viva, operante y alegre. Ellos eran hombres sin educación, sin formación. Dice el Evangelio: «Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Angel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz» (Lc. 2, 8 – 9). Eso es la fe: una luz envolvente, que todo lo ilumina: no sólo la noche, también la vida; no sólo los que nos rodea, también el corazón.
Su fe fue una fe sin cuestionamientos. Inmediatamente los pastores se levantaron y se pusieron en camino. «Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: “Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado”» (Lc. 2, 15).
La fe no es sólo “creer” con la mente. Es un dinamismo interior que nos pone “en movimiento”. La fe cambia la vida. Nunca es estática. Porque nuestro corazón tampoco lo es; La fe de los pastores, no contradijo su razón. Sólo la iluminó. La llevó mucho más lejos. La abrió a una revelación que venía de lo alto. Porque la fe es más una respuesta que una búsqueda. Los pastores no buscaron a Dios; sólo se dejaron encontrar por Él.
La fe nos lleva a tener  un gran sentido de lo esencial. Aquella noche, los pastores descubrieron que ya nada importaba, que sólo una cosa era necesaria: estar junto al Recién Nacido. Quien posee el sentido de lo esencial capta lo importante, busca lo único necesario, y así simplifica muchísimo su vida.

Propósito: disfrutar del día con sencillez y alegría. Preparándonos para el Gran Encuentro.