21 de diciembre: Docilidad para cambiar de planes

Entramos ya a los últimos días previos a la Navidad. Seguimos descubriendo los secretos del Gran Misterio.

El secreto de los Reyes Magos: la docilidad

A todos nos gusta ser independientes. Ser libres. La libertad mal entendida puede llegar a ser una falsa autonomía, que raya en la ilusión, y no lleva a fallos en la  moral y confusion de criterios rectos y claros. Algunas corrientes de pensamiento han propuesto un falso humanismo, que consiste en borrar a Dios para que el hombre pueda ser plenamente hombre. Su tesis, en resumen, podría enunciarse así: “Si Dios es, el hombre no puede ser”.  El Concilio Vaticano II resumía admirablemente su esencia: «La criatura sin el Creador desaparece… Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida» (Gaudium et spes, 36).
En otras palabras, cunado dejamos de tener la referencia en Dios, nos extraviamos  en un laberinto sin salida. Es aquí donde los Reyes Magos tienen un secreto maravilloso que ofrecernos: el de la docilidad a Dios. Ellos se dejaron guiar. Fueron verdaderamente sabios al no fiarse de sí mismos, de su autonomía; al buscar fuera de sí mismos, en el cielo, la verdadera razón de su vida y el camino a seguir. Cierto, el camino fue largo y muchas veces oscuro. Pero en premio a su docilidad, encontraron al mismísimo Dios, que se hizo hombre para ser hallado. 
Dios nos manda señales; nos sugiere, nos invita, nos muestra estrellas que seguir. El corazón rebelde se ciega y endurece; El corazón sensible tiene ojos; y el dócil, pies. Así puede descubrir las “señales de arriba” y seguirlas con paciencia, sabiendo que tarde o temprano le llevarán al mejor lugar: Dios mismo.

Propósito: Abrir los ojos y mover los pies para recorrer el camino con ilusión