18 de diciembre: Ser luz pero no brillar.

Empezamos las últimas dos semanas del camino a Belén. Vamos a descubrir los secretos del Nacimiento.

El secreto de las estrellas: la humildad



El glamour, según el Diccionario de la Real Academia Española, es un “encanto sensual que fascina”. En nuestra sociedad diríamos hay una preocupación excesiva por la buena apariencia, por el look más llamativo. El glamour está presente casi en todos lados. Hay un glamour de los negocios, del deporte, del espectáculo, de la vida social. En todos los casos, el objetivo es brillar, impresionar, ser el centro de atención.

Las estrellas de la noche de Navidad tienen un secreto: el de la humildad. Las estrellas sólo brillan en la oscuridad. Cada una brilla con su tamaño y su fulgor propio, sin complejos ni tontas comparaciones. Las estrellas brillan siempre, independientemente de si las miramos o no. Las mira Dios, y eso les basta. «No eres más porque te alaben, ni eres menos porque te desprecien; lo que eres a los ojos de Dios, eso eres». Tomás de Kempis 
Aquella noche de Navidad, las estrellas debieron brillar maravillosas, sin envidia de la gran estrella posada sobre la cueva de Belén. Cada una brilló lo mejor que pudo, sin sentirse menos. Si la hubieran mirado con envidia, se habrían opacado, porque la envidia es la polilla del talento.

Propósito: hacer algo por alguien más sin buscar reconocimiento.