14 de diciembre: Confiar, dejar a Dios ser Dios.

Empezamos las últimas dos semanas del camino a Belén. Vamos a descubrir los secretos del Nacimiento.

El secreto de José: la providencia

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Vivimos en una sociedad muy racional, somos muy calculadores. Ponderamos demasiado ciertas decisiones, y lo hacemos tanto en cuanto implique sacrificio o generosidad. En el fondo, además de mezquindad, el ser calculadores habla de poca confianza en Dios. Lo prevemos y lo programamos todo para no poner en riesgo nuestra comodidad o conveniencia. 

También José habrá hecho sus cálculos y previsiones. «Será Hijo del Altísimo», le dijo María. Y Él concluyó en su imaginación: «Nacerá en un palacio, con los mejores médicos. Viviremos con él en Jerusalén, la capital. Nos darán como casa el Templo de Salomón. Y vendrán reyes y reinas de todas partes a visitarnos. Ya no tendré que trabajar de carpintero». 

Ahora sí que José el soñador, ¡qué realidad tan distinta! Un inesperado censo en Belén, el nacimiento en una cueva y la huida a Egipto… Y después el regreso a Nazaret y una larga estancia ahí, sin pena ni gloria, para terminar muriendo como carpintero. La Navidad es una profunda lección sobre la providencia de Dios, que lleva muchas veces nuestra vida muy al margen de nuestros cálculos y previsiones. 

Confiar en la providencia es la actitud más realista. Nadie tiene el control total de su destino personal, matrimonial, familiar, profesional, etc. No lo tuvo José; menos lo tendremos nosotros. Y es mejor que sea así. La providencia nos ubica en nuestra realidad de creaturas de un Dios que ve y actúa más allá de las circunstancias buenas o malas, llevando siempre las cosas en el modo que más nos conviene. Fue el caso de José; y puede ser también el nuestro si aprendemos, como él, a confiar en la Providencia.

Propósito: dar gracias por el día de hoy y cambiar hoy alguno de mis planes para ayudar a alguien.