Lucas 4, 31-37
Sé quién eres: El Santo de Dios.
Hablaba con autoridad. Su palabra tenía peso; hasta los demonios se sometían a su palabra. Como decíamos ayer, Su palabra tiene autoridad. Su palabra tiene fuerza, fuerza para doblegar mi voluntad; fuerza para suavizar mi corazón a veces de piedra y reaceo al cambio; fuerza para colmar y controlar mi pasión; fuerza para romper con mi egoísmo; fuerza para conquistar mi corazón día a día; fuerza para ahí en Su palabra encontrar consuelo, animo, apoyo, dirección.
En Su palabra está toda enseñanza.
Propósito: dejar que Su palabra toque mi corazón.