Mateo 18, 21-19,1
No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Cristo sigue con sus tips para llegar al cielo. Dar el cien en todo lo que hago, decir hágase con una sonrisa, corregir al hermano y limpiar el corazón en la confesión. Hoy “nos la pone más difícil”. No basta con que a mí me perdonen los pecados sino hay que perdonar hasta “setenta veces siete”. Diría el cardenal Van Thuan, ¡Cristo era malo con las matemáticas! Pero así es, hay que no sólo olvidar, sino perdonar, es decir “borrón y cuenta nueva”. No cargar la bolsita de culpas sino vaciarla todos los días. Qué tan importante será el perdón que fueron las últimas palabras de Cristo en la cruz: “Padre perdónales porque no saben lo que hacen”. Yo que soy primaria diría “pero si sabían”, bien que habían comido de los cinco panes y dos peces, habían visto resucitar a Lázaro, oído hablar al que era mudo, ver caminar al paralítico… Sabían pero no querían saber. El perdón es lo que hace ligero el corazón y nos permite caminar ligeros hacia el cielo. Si queremos llegar al cielo hay que llegar con el corazón lleno de brillantes, no de barro y lodo. Por eso perdonar, aligerar el alma para poder sonreír y abrazar a todos por igual. Es difícil lo sé, pero por eso Cristo nos lo dejó en la oración que Él nos enseñó, el Padre nuestro: Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Hay que pedir la gracia de perdonar -vaciar el corazón- todos los días.
Propósito: hoy perdonar de corazón a XX, sí hay que hacer la llamada, escribir la carta, hacer la visita. Vaciar el corazón.