Mateo 14, 1-12
“Herodes mandó decapitar a Juan y sus discípulos fueron a contárselo a Jesús.”
Hoy día se nos relata la historia del martirio de Juan el Bautista, a quien le cortaron la cabeza por la soberbia de una mujer y el respeto humano de un hombre. Dos pasiones que pueden acabar con nuestra fe en cualquier momento. La soberbia y el orgullo nos lleva cegarnos que incluso el mal nos lo presenta como bien y más aún apetecible; el respeto humano paraliza, alguien decía que es la guillotina de santos. Sí, pasiones que hacen mucho daño, pero pasiones, es decir están muy por debajo de nuestras factuales espirituales, la inteligencia y la voluntad. Así que tratémoslas como se merecen, manteniéndolas en su lugar “abajo”, calladitas y para ello hagamos uso de la inteligencia y voluntad: quién soy, en quien creo, en que creo y vivamos un día y otro también de acuerdo a ello. El Bautista sabía quién era, el enviado de Dios para preparar los corazones, creía en Cristo quien venía a traer la paz y el amor al mundo, creía que la verdad nos haría libres. Eso vivió, eso predicó y por eso murió. Ni el mundo, ni los hombres lograron tambalearlo. Afiancemos nuestro sabernos hijos amados de Dios, con una misión de amar y servir, creyendo que el amor es más fuerte y vence todo.
Propósito: hoy amar y servir.