Miércoles 7 de julio: Salir a buscar la oveja perdida

Mateo 10, 1-7

Nombre de los doce apóstoles

Cristo tiene un “trabajito” para sus amigos, para sus pastores. Ayer hablábamos de la necesidad de ser pastores. Y seguimos con ello, pero hoy Cristo nos hace un encargo especial “Vayan a buscar a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. Es decir, salir a buscar al hijo que no sonríe, al marido/esposa que no cree, a la hija encerrada en su adolescencia, a la amiga perdida en el materialismo y la superficialidad, al hermano perdido en el vicio, a aquel sumergido en la indiferencia. O quizá soy yo esa oveja que necesita de un pastor que salga a mi encuentro. Estar abierta a recibir ayuda, o tener el valor, el coraje de acercarme al “Pastor” para pedirla. No se vale decir “mientras yo y los míos estemos bien”… No, eso es egoísmo puro. No es que vayamos a salir gritando por las plazas “miren así se debe vivir para alcanzar el amor”. Pero nuestra vida debe ser vivida, de tal manera, que interpele a “las ovejas perdidas” y éstas se acercaran y yo estaré aquí para recibirlas.

Propósito: hoy “hacer la llamada, salir al encuentro” de aquella ovejita que me quita el sueño.