Viernes 28 de mayo: Señor, yo creo, espero y confío.

Marcos 11, 11-26

Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos. Tened fe en Dios.

Jesús les dijo entonces: “Tengan fe en Dios; les aseguro que si uno le dice a este monte: ‘Quítate de ahí y arrójate al mar’, sin dudar en su corazón y creyendo que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso les digo: Cualquier cosa que pidan en la oración, crean ustedes que ya se la han concedido, y la obtendrán”. Qué seguridad nos dan estas líneas. Pero que desafió a la vez. Pues bien dice Cristo  que hay que tener fe, sin ninguna duda en el corazón. Diría Cantinflas, “Ahí está el detalle chato”. Porque se dice fácil, yo tengo fe, yo sí creo… Pero cuando todo en nuestra vida es fácil y se acomoda, tenemos fe. Pero cuando los “zapatos empiezan a apretar”; cuando mis hijos empiezan a dar tumbos; cuando mi pareja empieza a cambiar; cuando la situación económica se complica; cuando la enfermedad toca a la puerta; cuando la muerte llega; cuando no siento, no veo, no quiero. Ahí es cuando la fe tiene que iluminar, cuando no podemos dudar y tenemos que creer, tener la certeza, de que Dios lo puede todo, quizá no me va a dar lo que quiero o pido, pero sin duda me va a dar lo que necesito y las gracias y la fuerza para vivirlo. Pero eso no va a suceder si en el día a día no hago pequeños actos de fe, de abandono, pequeñas oraciones          “Señor mío y Dios mío, creo pero aumenta mi fe”, “Señor, no entiendo, pero confió”, “Señor aquí estoy no traigo nada, no siento nada, pero sé que estás aquí y aquí estoy yo”…

Propósito: Repetir con mucho fervor “Señor yo creo pero aumenta mi fe”