Miércoles 5 de mayo: Los frutos salen del corazón.

Juan 15, 1-8

El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.

Todos en la vida queremos “recoger”, es decir todos queremos que nuestra vida dé frutos. Sino “pa que estoy aquí”. Pasan los años y nos preguntamos bueno y ¿yo qué?, qué he hecho con mi vida, qué meto a la maleta con la que llegaré al cielo. Yo hace tiempo que deje de “ambicionar” porque me desgastaba y no “recogía nada”. Fue cuando entendí estas palabras de Cristo que cambio mi enfoque: “Yo soy la vid ustedes los sarmientos, quien permanece en mí, ese dará frutos”. Yo por muchos años quería frutos “tangibles”, “materiales”, “cuantitativos” y entendí que si Cristo es la vid, es decir la fuente de dónde salían los frutos, esos frutos tenían que ser del corazón. Si al final del día quiero recoger paciencia, sencillez, entrega, servicio, amor, humildad, perdón, voluntad, armonía, paz… Tengo que estar muy unida a la Vid (eucaristía, oración, sacramentos/confesión) solo así podré recoger frutos que llenen el corazón. “El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. Y el fruto del servicio es la paz” (Madre Teresa de Calcuta). 

Propósito: hoy recoger paciencia y servicio.