Sábado 6 de marzo – El hijo prodigo.

Lucas 15:1-3.11-32

Hijo pródigo

Todos en algún momento de nuestra vida hemos sido hij@s pródigos. Nos hemos alejado de Dios y poco a poco la vida misma nos ha ido marcando el camino de regreso a la casa del Padre. Pero pocas veces nos detenemos a pensar en el hijo mayor, es decir el “aparentemente buen hijo”. El que jamás se ha separado del Padre, el que nunca ha dejado la casa… Está físicamente ahí, pero su corazón quizá está más lejos que el de su hermano perdido. Porque estando y gozando de todo el amor del Padre, de todos los beneficios que eso conlleva no lo sabe disfrutar, tiene envidia y está lleno de quejas. Yo en lo personal a veces me identifico más con éste hijo. Porque teniéndolo todo, gozando del amor de mi Señor, de Sus gracias, siendo una de sus consentidas y llamada a vivir por El y para Él, voy caminando con la cara triste, refunfuñiando de todo, arrastrándome como si todo me pesara. Un cristiano triste es un triste cristiano nos dice el Papa Francisco. Lo tenemos todo, absolutamente todo para ser felices, alegres, plenos. Abramos la mente y el corazón para poder ver y gozar del maravilloso mundo que Nuestro Señor tiene a bien regalarnos día a día. Desde un bello amanecer, un techo, un hogar, una familia, la fe, un país bello en todos los sentidos, un atardecer y lo más grande de todo, poder decir Abba, Padre, a ese Padre que desde el cielo nos espera todos los días para darnos el abrazo y el beso (atardecer) de las buenas noches.

Propósito: Decir gracias desde lo más profundo de nuestro corazón por el simple hecho de poder abrir los ojos y gozar del día que hoy Dios Padre me regala.